PABLO LÓPEZ RIOBOO

Nombres como los de Manuel Quinta, Molina o Chocolate a caballo, Jocho, Rafael Rosa o Suso con lo capa, Mariano de la Viña, Suso o Viruta con los rehiletes destacaron sobre la arena negra de Bilbao.

Llegaba la esperada divisa de Cuvillo Bilbao, pero contra todo pronóstico la corrida sacó una alarmante falta de fuerzas para desesperación de una terna que logró concentrar en el coso de Vista Alegre a unas doce mil personas ávidas de ver una gran tarde de toros. Esos toros que concentraron todo aquello que no busca un ganadero; Justeza de raza, nobleza –en muchos casos rayando la bobaliconería-, falta de fuerza, mansedumbre…, pero en parte no todo fue negativo, alguno de los toros desarrollaron buena clase e intención de irse tras los vuelos, pero el motor tanto de la fuerza como de la casta estaba gripado, con lo que esas buenas intenciones quedaron en nada.

En voz baja, casi sin levantar la voz, así podemos definir la tarde de los banderilleros y picadores, esos que hoy con un material escaso supieron cumplir con su cometido e incluso llegar a un respetable que hoy tuvo poco que llevarse a la boca. Nombres como los de Manuel Quinta, Molina o Chocolate a caballo, demostraron su eficacia y su buen hacer en sus respectivos tercios de varas. Con la capa destacaron los nombres de Jocho, Rafael Rosa o Suso, los cuales supieron llevar siempre templados y sin tirones a los toros que le tocaron en suerte, como se suele decir la caricia doma. Por su parte con los rehiletes hay que destacar a Mariano de la Viña, Suso o Viruta, éste último dejó una actuación muy torera, efectiva y sin alharacas, lo que se dice alzar la voz sin llamar la atención.

Ante esta tesitura, vimos a unas cuadrillas más pendientes de ayudar a los animales que en apretarles, los capotazos fueron siempre a media altura, intentando no apretarles en demasía. Los capotazos fueron cadenciosos, con mimo movieron el percal. Acertaron también en traérselos metidos muchas veces en los vuelos, correrles hacia atrás para así desplazarlos y no llevarlos sometidos. Los banderilleros apostaron por no cuartear en demasía, para no quebrantar a  los animales, citando a los animales en línea recta. Así se consigue que el animal embista en línea recta, exigiéndole no desplazarse en curva, lo que quebranta a los animales.  Por parte de los picadores vimos que apenas se le castigó en varas a la corrida, todo se lo hizo medido, con puyazos en muchos casos muy leves, pero en lugares donde el animal sangra, ayudando a su descongestión.

La labor de los picadores, sin duda, es administrar castigo a los animales, la belleza de un buen tercio de varas es básica, pero en tardes como las de hoy, los aficionados supieron ver puyazos breves pero en los que el hombre de a caballo supo primero colocar al caballo en su sitio, hacer la suerte y posteriormente colocar la vara en el sitio indicado. Eso también es picar.

@pablolopezriobo (pablolr89)

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