PABLO LÓPEZ RIOBOO
LA CRÓNICA DE PLATA
Templados a favor de toro en la brega y con oficio a caballo fueron las pautas de una tarde fria y desagradable.
Amanecía el día gris y lluvioso en la capital hispalense, día de frío, más típico del invierno que de la primavera. A eso de las seis y media de la tarde, tres toreros decidían por unanimidad entregar su alma a Sevilla y dar el paso hacia adelante. En días como hoy hay más de tres toreros que se juegan la vida, esos hombres que van de plata y que aceptan sin rechistar las ordenes de su jefe de fila. La importancia de los banderilleros hoy fue doble, estuvieron siempre atentos a la lidia, precavidos ante un ruedo que tenía un riesgo añadido por el agua caída.
Hombres de a pie y de a caballo no le volvieron la cara a los elementos, hicieron sus funciones como es habitual, con temple y mesura, Sevilla no merecía menos. Curro Robles, Raya, Mariscal, Miguel Ángel Sánchez, Bonifacio Martín… no sería destacar a uno por encima de otro, hoy todos se ganaron el reconocimiento de una plaza que valoró el esfuerzo que hacían, fue una apuesta de sus matadores, pero ellos, muchas veces en papeles secundarios sacaron su raza y su casta torera para doblegar a la adversidad.
También es justo reconocer a los hombres de oro que van en las cabalgaduras de Enrique Peña, ente una corrida que no sacó precisamente poder en el jaco, estuvieron atentos a las premisas de su matador, los toros tenían que llegar con cierto motor a la muleta, ya que el piso era un impedimento para someter a los seis negros de Tornay. Pero hoy sobrevoló por la Maestranza un instante que cortó la gélida tarde, ‘Espartaco’ caía en la cara del toro, gracias al capote de sus compañeros lo que puso ser un momento fatal acabó siendo por suerte un instante pasajero. Por su parte Antonio Muñoz dejaba el puyazo de la tarde ante el quinto de la tarde, arriba y aguantando el genio en el peto del toro de Tornay.
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