Exitosa tarde hoy en la Puebla del Río, donde la terna se reparte 14 orejas y cuatro rabos en un gran encierro de Zalduendo.
Volvía a la Puebla del Río el tradicional festival que por estas fechas se hace cada dos años en las tierras cigarreras que baña el Guadalquivir. Un encierro de Zalduendo esperaba a ser lidiado por una terna peculiar, tres toreros veteranos con tres conceptos bien diferenciados y tres toreros de la tierra, uno a caballo, y dos a pie, quien sabe si el presente y el futuro en lo que se refiere a toreros de la tierra.
El toreo como el amor no tiene ni entiende de edad, uno es torero desde que nace hasta que muere. Hoy hicieron el paseíllo tres veteranos con muchas horas de vuelo a sus espaldas, tres espadas que han conseguido grandes hitos en la tauromaquia. Hacían el paseíllo junto a dos toreros figuras en sus respectivos escalafones, uno a pie y el otro a caballo, y un novillero que ha demostrado que tiene el torero en la cabeza y en las muñecas. Pues bien, los seis actuantes demostraron que la edad es sólo un número, que lo que cuanta es lo que lleva uno dentro, se tiene o no se tiene y hoy todos demostraron que lo llevan dentro.
Abrió plaza un bonito ejemplar de Zalduendo, novillo con son y clase en sus embestidas para un torero curtido en la dureza y grandeza del toreo. Lanceó con suavidad la capa, dibujó verónicas a compas, para abrochar la serie con medias de gran sabor. El animal tan dulce y noble como justo de raza le duro dos tandas, en las que el de San Fernando se gustó. Con el novillo ya mas rajado tiró de oficio, se sobrepuso a una voltereta para cortar el doble trofeo.
Hay toreros que rezuman torería con sólo hacer el paseíllo, ese es el caso de Ortega Cano, un maestro con un gusto y una torería fuera de toda duda. Tuvo ante sí a uno de los novillos de la tarde, clase, ritmo, galope… Jugó los brazos con sumo mimo, para cuajar un recibo de capa al ralentí, más tarde se durmió en un quite donde las verónicas parecían no acabar, abrochando con una media con aroma a yerbabuena. La faena tuvo sutilidad, suavidad, todo lo hizo con mimo ante un boyante y humillador Zalduendo. Derechazos hondos y torerísimos, naturales al ralentí, infinita torería tuvieron los cambios de mano, ese andar despacioso y torero por el albero, una obra que hacía recordar tiempos pasados, una obra de un torero roto y desmadejado, había entregado su alma a lo que ama. El final de faena fue el colofón a una obra tan torera como elegante, cortó un rabo que paseó junto a su hijo, hoy Ortega volvió a ser Ortega.
No tuvo suerte Soro con el tercero, un animal con cuajo pero muy desrazado. Lanceó con más voluntad que lucimiento al díscolo castaño, tuvieron mérito los dos pares, el segundo de gran exposición, pero fue en el sobrero donde el valenciano disfrutó una enormidad. Invitó a banderillear a Ventura y Morante, uno a caballo y el otro a pie, tal fue el «guirigay» que se montó que Ortega se sumó con los rehiletes. Cada uno en su estilo y tauromaquia, un tercio llenó de torería el ruedo cigarrero. Sacó su tauromaquia de temple y trazo largo Soro, el animal de Zalduendo, uno de los más completos de la tarde que buscó con ritmo y humillación la bamba de la muleta del valenciano. Muletazos hasta el final, cierto es que en algunos faltó mayor ajuste, pero hubo torería y mucha personalidad. Soro conjugó una faena en la que siempre supo darle al animal lo que pedía. Dos orejas para el valenciano.
Morante es distinto, por eso es esperado allí donde va. Hoy toreaba en casa y no defraudó a sus paisanos. Dibujó y lanceó con primorosidad al Zalduendo que hizo cuarto, pese a que el animal tendía salir suelto buscaba con humillación los vuelos del capote. El quite por delantales tuvo sabor, siempre con el mentón en el pecho y las zapatillas asentadas en el albero, pulso y cadencia, gusto y torería. Se animo con los palos para dejar un par de gran pureza, arriba y en la cara, como mandan los cánones. El de Zalduendo tenía la virtud de la clase y de la entrega, pero esa entrega le hacía perder las manos. A base de tiempo y torear muy para el toro este se fue afianzando, lo que aprovechó Morante para abrir el tarro de las esencias y regalar a los allí presentes una faena de inigualable torería. Hubo naturales infinitos, derechazos de primorosa templanza, cambios de manos, ayudados, remates… todo ello unido a una estocada arriba pusieron los máximos trofeos en sus manos.
Daniel de la Fuente «Liqui» es un joven novillero de la tierra, hijo de ganaderos y con un gran concepto del toreo. Mostró una gran disposición y entrega, cosa habitual en los novilleros, pero sin embargo dejó patente que es un novillero con grandes cualidades y con algo que lo hace especial y distinto, el temple. Tuvo son y buenas maneras su recibo con la capa, mientras que su faena estuvo marcada por el temple y el valor. Buen regusto tuvieron los pasajes con la diestra, volaron largos y templados los naturales, en una faena que tuvo frescura e improvisación. Tras una enorme estucada paseó los máximos trofeos.
Cerró la tarde Diego Ventura ante un exigente animal de Capea. De salida se mostró algo frío el animal, intentando incluso saltar al callejón, pero conforme fue avanzando la faena ganó en celo y temple. La faena tuvo momentos importantes en su comienzo, toreo a dos pistas y banderillas de poder a poder pusieron al público en pie, para luego romper definitivamente la tarde a lomos de «Ritz», un animal con un valor fuera de lo común. Tuvo una enorme exposición todo lo que hizo este caballo, aguantó lo indecible para que su jinete pudiera clavar dos banderillas de esas que marcan la diferencia. Se pudo ver a un caballo que si la suerte le acompaña puede convertirse en una estrella, tiene todo lo que necesita para hacerlo. El fin de faena lo puso Remate, Ventura lo utilizó primero para las banderillas cortas y luego para la suerte suprema. Tras un pinchazo y un rejón arriba cortó el rabo.
FICHA DEL FESTEJO
La Puebla del Río, Sevilla. Festival benéfico con casi lleno en los tendidos.
Novillos de Zalduendo para a pie, incluido sobrero (5to) y uno de Capea para rejones. De buen juego en líneas generales, nobles y con clase exceptuando el manso y desrazado tercero.
Francisco Ruíz Miguel: Dos orejas
José Ortega Cano: Dos orejas y rabo
El Soro: Dos orejas y dos orejas en el que regaló
Morante de la Puebla: Dos orejas y rabo
Daniel de la Fuente «El Liqui»: Dos orejas y rabo
Diego Ventura: Dos orejas y rabo
Hola,
Desde luego que el toreo no entiende de edad. Muy buena la crónica sobre el festival de la Puebla del Río al que no pude ir y seguro que fue espectacular.
Un saludo. Antonio