PABLO LÓPEZ RIOBO
Serna y Silvera plasman en el ruedo onubense su gran momento, saliendo en hombros con dos orejas cada uno. Molina sin lote solo pudo estar capaz.
Se abría el Coso de La Merced en su temporada de 2017 para regalarte a los onubenses un cartel de tres novilleros con la hierba en la boca. Un Rafa Serna a las puertas de una alternativa de campanillas, un Silvera que tenía en su mano ratificar su triunfo del pasado año, y un Rodrigo Molina que venía a no ser el combinado de piedra del cartel.
Serna afrontaba el compromiso de Colombinas tras no poder anunciarse en 2016, ratificando en la tarde de hoy todo el camino andado hasta verse anunciado en esta coqueta plaza. No tuvo opciones ante un primero de escasa raza, un utrero que nunca quiso pelea y que acusó su escaso poder. Faena firme y de torero cuajado la realizada por el sevillano ante un ejemplar decepcionante. Trasteo que caló a cuenta gotas en un frio tendido que no acabó de meterse en la faena. Tiró siempre con suavidad el sevillano para no quebrantar a un animal muy limitado de todo. Rafael ofreció un planteamiento sin fisuras, asentado y con dosis de su calidad pero sin poder dar continuidad a su quehacer por la falta de colaboración del primero. Tras una estocada baja y otra en buen sitio fue silenciado.
La faena de la tarde se vio en el cuarto del festejo, un castaño de Villamarta que no dejó estirarse de capa al novillero sevillano. Muy firme y solvente fue el quite por chicuelinas realizado a un animal que tras el caballo ganó en fijeza. Expuso Serna en un ceñido quite -que sin embargo no acabó de calentar un respetable un tanto frio con el-. Brindó a Andrés Romero una faena presidida por el temple y el buen hacer. Tuvo delante Serna un animal con teclas, un utrero con carácter que pedía hacérselo todo perfecto. Muleta siempre planchada, tirando de un ejemplar que embestía con transmisión. Las series por el derecho tuvieron la premisa de la hondura, muletazos llevándose al animal detrás de la cadera. siempre con la marca del toreo clasico. De gran poso resultó una faena que no bajó enteros por el lado izquierdo, por el que el sevillano dejó naturales cadenciosos ente un animal que le costaba ir hasta el final. Serna exigió a su oponente con ligazón y mando, aceptando el envite un animal que sacó fondo. Huelva supo apreciar la calidad del toreo del sevillano ante un bravo y exigente Villamarta ovacionado en el arrastre. Pinturería tuvo un final de faena que unido a una gran estocada pusieron en sus manos el doble trofeo.
Volvía a la plaza que lo vio triunfar -sin salir en hombros- Emilio Silvera, en una tarde de gran compromiso que acabó convirtiéndose en triunfal -por dos trasteos de diferente metraje pero con el sello de la pureza-. En su primero realizó una faena sutil, de fino trazo, ante un animal con tanta nobleza y buena clase como justeza de fuerzas y poder. Lanceó con gusto a la verónica de salida a un utrero que no humilló en exceso pero si mostró temple. Volvió a soltar muñecas en una labor que tuvo mayor relevancia por el lado derecho. Ahí el Villamarta la buscaba con temple, aprovechado Silvera para dejar muletazos en redondo de muy buen trazo. Por el izquierdo, pese a tener menor continuidad en sus embestidas, si dejó el joven espada plasmar muletazos con cierto temple, siempre toreando de verdad, llevándose el muletazos hacia atrás y no en línea recta. Faena de estilo clásico la realizada por un Silvera que volvió a puntuar y calar en el una plaza que lo quiere y que apuesta por él. La oreja fue un justo premio a una labor con sello propio, rematada por ambos pitones, en la cual se expresó con estética y templanza.
En el quinto vimos la otra cara de Silvera, en la que tuvo que sacar a relucir la casta que lleva dentro. Se montó encima de un animal nada claro y con cierto genio, en un trasteo de enorme peso por las complicaciones de su oponente. Tragó lo indecible, se la puso siempre planchada en la cara, tirando de un animal que se quedaba en la cintura. Por el lado izquierdo consiguió ligarle naturales de entidad, sacándole un tranco más a un torerte de Villamarta que nunca fue entregado en los trastos. Pesó mucho en loa muleta dicha embestida, dejando a las claras que no iba a perdonar ni un fallo. Se impuso a base de valor y verdad para arrancar una oreja de enorme peso. No fue la faena que seguramente soñaba, pero a buen seguro le ha dado ese sitio que tanto le cuesta a un torero conseguir delante de la cara de los animales.. Labor seria y que no hace sino dar mayor relevancia a lo realzado en el ruedo.
Cerraba la terna Rodrigo Molina, el más bisoño del cartel, el cual realizó una faena informal ante un animal con nobleza pero las fuerzas al límite. No acertó el sevillano a cogerle el aire al utrero, cierto es que hubo muletazos sueltos con la premisa del temple, pero fueron a cuanta gotas. Rodrigo estuvo siempre dispuesto pero sin pisar el acelerador del todo, ante un novillo manejable con el que había que apostar de verdad. Faena con pasajes lúcidos pero sin romper del todo. Tras pasaportar al animal escuchó palmas.
En el sexto vimos otra cara bien distinta de Molina, labor de gran verdad por el compromiso mostrado. El animal de descompuesta y agria embestida no puso las cosas fáciles, tiró de bragueta y firmeza de plantas un novillero que no quería que se le fuera el tren del triunfo, -y en cierto modo lo consiguió- ante un novillo que nunca humilló, embistiendo a media altura y soltando siempre la cara. Aguantó gañafones y miradas el novillero sevillano, en una faena interesante. No quería tirar para adelante el correoso animal, pero se encontró con la capacidad de Molina que pudo con él y además le pulió asperezas. Firmeza sin recompensa artísticas ni calado en el tendido. Pocos se enteraron de la solvencia del trasteo del sevillano pero su quehacer fue pulcro y muy para profesionales. Bruto el cierraplaza hasta en la suerte suprema. Silencio
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Merced, Huelva. Primera de la feria de Colombinas. Novillada con picadores. Casi tres cuartos de entrada.
Novillos de Villamarta. Dispares de hechuras y juego desigual. Destacó la nobleza del segundo y la encastada embestida del interesante cuarto.
Rafael Serna (Nazareno y oro): Silencio y dos orejas.
Emilio Silvera (Azul cielo y oro): Oreja y oreja.
Rodrigo Molina (Grana y oro): Palmas y silencio.
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