PABLO LÓPEZ RIOBOO
Veinticinco años, veinticinco primaveras se cumplían mañana desde que aquel toro de Atanasio segara la vida de Manuel Montoliú… y Ferrera y su hijo le tributaron un sentido homenaje hoy en Sevilla
Veinticinco años, veinticinco primaveras se cumplían mañana desde que aquel toro de Atanasio segara la vida de Manuel Montoliú, un hombre de plata que pasó a formar parte de la cuadrilla celestial que no hace mucho volvió a tener bajo sus órdenes a José María Manzanares. Pues bien, hoy un torero con mayúsculas llamado Antonio Ferrera quiso tributarle su homenaje más personal al torero levantino ni más ni menos que en la plaza donde trenzó su último paseíllo.
Sevilla se puso en pie, sintió como suyo aquel homenaje de un hijo con las lágrimas saltadas, con el corazón encogido, ese que le abrió a Sevilla de par en par en un torerísimo y personal par de banderillas. Como tantas veces hizo su padre citó de lejos, dando siempre el pecho, andando hacia la cara de un encastado Victorino que no quiso sumarse al homenaje acortando el viaje. Tal fue la exposición de Montoliú que se dejó llegar el astifino pitón al muslo, por momento la angustia se apoderó del ruedo, afortunadamente quedó en un susto. Sevilla se entregó, hasta los vencejos parecían sumarse al tributo que dos toreros quisieron rendirle al toreo eterno, Manuel Montoliú. El brindis era el broche de oro a un tercio de banderillas mágico.
Pero la tarde tuvo más que dotaron a la tarde de un sentido, ese que dieron los toros venidos de Las Tiesas. El primer tercio de la lidia se vio en todo su esplendor con la corrida de Victorino, bravas y enclasadas fueron sus entradas al jaco. Ovacionados resultaron José M. González por dos grandes varas en la que el caballo Capricho demostró la categoría de cuadra a la que pertenece. También se fueron ovasionados por el respetable tanto Pedro Iturralde en el tercero como Antonio Prieto en el cuarto ante dos animales que como la mayoría de sus hermanos se arrancó con velocidad y celo al peto. Tercios de varas así son los que piden los aficionados.
Con la capa destacó el sevillano Juan Sierra en la lidia al quinto, un enclasadísimo y amexicanado animal de Victorino. Lo sometió en capotazos por abajo, le abrió los caminos, todo con suavidad ante un animal al que había que llegarle y engancharlo con suavidad y sin toques, lidia perfecta.
Añadir comentario