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PABLO LÓPEZ RIOBOO @pablolopezriobo

Suerte para el triunfo, suerte para salvar la vida, el torero convierte lo excepcional en cotidiano, cada tarde juegan con la muerte, se ciñe a ella, la embarca, la somete, la burla, pero el torero es un héroe, casi un Dios disfrazado  de humano que necesita junto a él una aliada a la que no se conoce forma, la suerte, que Dios la reparta.

A algunos se les doblan las fatigas si esa Diosa no está a su lado, se la pudo llevar esa señora con camisa amarilla o aquel hombre que perdió el norte en su mirada, o un gato negro, o la sal derramada, puede que esta tarde no le acompañe.

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Hay otras veces en las que viene de cara, no hay lógica, pero la sienten a su lado protegiéndoles para convertirles en intocables, nada ha podido torcerse, todo está en orden, el destino ha reservado para esta tarde caricias y no dolor.

La suerte no es ni verdad ni mentira, se imagina y se siente,  se puede presentir que algo malo nos aguarda, son los presagios que vienen siempre de la mano de un miedo invencible, son las tardes que alguno llama «presagiosas«.

Los toreros casi todos son creyentes, no queda más remedio, en cada viaje les acompaña una capilla portátil llena de Santos y de Vírgenes que velaran por ellos para enfrentarse a la muerte, y al llegar a la plaza, entran a la capilla a reclamar más ayuda, aunque hay excepciones.

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Pero la suerte a veces es traicionera, como una mujer infiel, puede abandonarte de tanto estar junto a ti y en ese desliz, puede marcharse la inspiración, llegar los fracasos y por supuesto las cornadas, lo mejor es tenerlo asumido.

Muchas de las supersticiones taurinas tienen como protagonista a la montera, a los toreros les gusta colocarla boca abajo por lo del ataúd cerrado, una excepción a esta regla fue la de Manolo Vázquez, que la dejaba premeditadamente boca arriba en cada brindis, casi  ninguno la pone encima de la cama antes de vestirse, dos veces lo hizo Joselito y las dos le ocurrieron desgracias personales, otros como Jesulín, conservaron la desde sus comienzos.

Precisamente Jesulín no le teme al amarillo, ni a las serpientes, portadoras de mal fario para los toreros, Rivera tiene que dejar cerradas todas las puertas de la habitación cuando toma rumbo a la plaza y Litri no soporta ver flores encima de la mesa cuando está comiendo, así hasta un sin fin de supersticiones que ayudan al héroe cada tarde de toros.

@pablolopezriobo (pablolr89)

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