De las tardes de su vida. Lo que La Maestranza vivió hoy, en la duodécima del abono de San Miguel, fue un compendio de la historia taurina de Morante: capote sublime, quites con sabor añejo, el miedo del percance, el toreo roto y encajado con la muleta… lo de José Antonio fue la tarde de las tardes del abono. La previa perfecta para su cita con Miura el domingo y, sobre todo, una lección de pundonor y de torería que quedará para los anales. Ante él, el revelador capote de Juan Ortega y su sevillanísimo trazo muletero y un Roca Rey que no encontró el triunfo. Así os hemos contado el festejo toro a toro:

Morante se va a pie pero se ganó con creces irse en volandas del Baratillo tras cuajar de capote y muleta al cuarto de Juan Pedro; brilla el capote y el trazo sevillanísimo de Juan Ortega y Roca Rey no encuentra el triunfo.

No comenzó bien la tarde con la devolución del primero por blando, un animal de Juan Pedro con nobleza y obediencia pero sin fuerza ninguna. En su lugar salió un sobrero del mismo hierro altón y bastito que nunca se entregó. Inicio muy toreo por alto del de la Puebla. Molinete, cambio de mano y uno de pecho hicieron atisbar que podía sacar alguo de un pozo vacío. Un animal que siempre embistió con la cara alta y sin armonía en sus movimientos. Astado al que había que llevar en línea recta ya que no aguantaba el sometimiento. Al natural dejó muletazos sueltos, más toreado el segundo de la serie, pero el toro a partir del tercero echaba el freno. Siempre girando muñecas y terminando el muletazo por arriba. Anduvo afanoso un Morante que fue silenciado tras pasaportar al animal.

Toro fino, bajo y con la cara colocada este segundo, un animal muy sevillano. Le dejó el sevillano un recibo a la verónica cargando la suerte toreando sobre los pies. Un animal de gran nobleza pero que fue bajando poco a poco la persiana. Aprovechó el peruano su turno de quite para dejar chicuelinas muy ceñidas toreando con medio capotito, rematadas ellas con una revolera y una brionesa. Inició toreramente su labor Ortega, alternando muletazos por alto, pases de la firma y un pase de pecho a la hombrera contraria. El cambio de mano de la segunda tanda paró los relojes. Viste mucho la faena Ortega, todo lo quiere hacer pausado, acompañando con la cintura cada muletazo, partiendo el cuerpo. El pase de pecho con el que abrochó la tanda aún se está jaleando. Compás abierto, muñecas, vuelos y más vuelos ante un toro de gran nobleza pero muy soso. Dio muletazos con enjundia, citando siempre de frente. Acarició cada embestidas en muletazos de figura vertical y zapatillas asentadas. Le puso lo que le faltó al animal para cincelar una obra de pura caricia. ¡Qué bello es el toreo cuando se hace de esta manera!. Cada muletazo fue una escultura, dio igual que en el final del trasteo fueran de uno en uno. Pero encontró hueso al primer intento, la buena estocada al segundo intento dejó todo en ovación con saludos desde el tercio.

Pasó sin pena ni gloria el tercero por los primeros tercios, un astado que siempre embistió con la cara a media altura y sin emplearse. De gran valor y exposición fue su inicio de faena. Cambiados por la espalda en el tercio, ¡qué mérito!. Se lo sacó al centro del ruedo para quitarle toda querencia. Un toro este tercero que nunca fue metido en los trasto. Anduvo muy dispuesto el peruano, siempre presentandole la muleta por delante, muy plana. Le limpio el muletazo a zurdas, siempre exigiéndole detrás de la cadera ante un toro que tendía a venir dormidito y embistiendo con el pitón de fuera. Citó de frente y a pies juntos, muleta plana ante un toro desigual en sus embestidas. Una vez podido tendió a sacar la cara por encima del estaquillador. Toro que pareció otro en las manos del peruano. Tras una estocada algo caída escuchó una ovación.

Lo más cerca que ha estado Sevilla de premiar una faena con el rabo fue la realizada por Morante a un enclasado de Juan Pedro que embistió a cámara lenta tanto en capote como en muleta. Recibió Morante al precioso colorao rodilla en tierra. Primero por cordobinas para más tarde dejar un recibo a la verónica colosal. No contento con ello llevó galleando al animal por tijerillas invertidas rematada con una media de cartel. Ya no se puede torear más despacio. Pero no quedó ahí la cosa, cerro su exhibición capotera con tres verónicas toreando con la mano de fuera que pararon los relojes. Sevilla era un manicomio. Volvió a echarse rodilla en tierra para abrir su faena. Doblones, ayudaos por alto, trincherilla…, estaba inspirado el cigarrero. Morante tiene un embroque privilegiado, se llevó al toro de Juan Pedro detrás de la cadera, acompañando con la cintura. Desenmuñecando a media altura para no quebrantar al animal. Pero con la izquierda vino el éxtasis, acarició las embestidas de un animal que se moría detrás de los vuelos, pese a la justeza de fuerzas fue agarrando celo. Acortó distancia para dejar dos series descomunales, de mano baja, cintura partida, mentón en el pecho y zapatillas asentadas. Un monumento al bien torear. Aquello parecia no tener fin, no pasaba el tiempo, los naturales fueron de escándalo. Se arrebató Morante y llegó el susto. El toro se lo echó a los lomos, lo tuvo en la punta del pitón, por suerte no fue a mayores. Visiblemente aturdido dejó otra serie a pies juntos de toreo arrebatao, partiendo la cintura. ¡Qué facilidad!, ¡qué temple!, ¡qué forma de torear!. Entre los aficionados se hablaba de que era de rabo, aquello había sido histórico. Pero una estocada entera algo caída hizo que todo quedara en dos orejas. Parecía poco premio tras lo vívido. Morante disfrutó delante de un animal ovacionado en el arrastre, la vuelta al ruedo fue como su toreo, eterna.

Ortega tenía que salir a recibir al quinto tras el suceso de Morante, y eso no es nada fácil. Tuvo delante un animal que fue perdiendo celo conforme fueron exigiéndole. Pese a torerlo muy para él se fue apagando como una velita. Un toro que como sus hermanos tuvo nobleza, cierto ritmo pero estuvo muy medido de raza. No le vino bien el comienzo por alto, en un inicio en el que ya empezó a soltar la cara, justo lo que hizo en un recibo de capote desigual pero con lances a compás. Ortega siempre dándole el pecho o el medio pecho, componiendo la figura y llevándose al toro tras la cadera. Se enfrontila muy buen, siempre buscando el pitón contrario. Ortega intentó meter en el canasto a un animal que siempre tendió a embestir andando, faltándole ritmo y finales a dichas embestidas. Hubo muletazos sueltos pero sin calar de forma total en el respetable. Sevilla aún seguía sumida en el letargo, lo de Morante había sido tremendo. Sevilla tiene a Ortega entre sus consentidos, la ovación con la que despidió a Ortega hablaba por sí sola.

No tuvo opción ninguna Roca Rey con el sexto, el toro más deslucido de un encierro que no acabó de romper. Variado fue su recibo de capa, primero por cordobinas y luego echándose capote a la espalda. Llegó el animal sin definir a la muleta, pero se orientó pronto. Un toro que desparramó la vista como alguno de sus hermanos. Un Juan Pedro que siempre vino por dentro, no quería que le exigieras. Le exigió siempre un firme Roca Rey con muletazos muy poderosos, siempre ofreciéndole la panza de la muleta. Aún así el toro siempre la tomó a regañadientes, pegando tornillazos. Roca anduvo firme y centrado, siempre siendo consciente de que podía venir la voltereta. Porfió el peruano en un trasteo sin fisuras que acabó rematando de pinchazo y estocada. Escuchó palmas tras arrastrar las mulillas al toro.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Duodécima de abono. Corrida de toros. Lleno de no hay billetes.

Toros de Juan Pedro Domecq y uno de Parladé (5°), el primero como bis. De irreprochable presentación, con la armonía y la seriedad que pide Sevilla. Desentonó el basto y serio sexto. Devuelto el primero por flojo; medido de raza, a la defensiva y sin entrega el primero bis, pitado; agradecido y obediente el noble y soso segundo; docilón sin mucha clase el aprovechable tercero; desfondado y a más en la entrega el enclasado y templado cuarto; deslucido y vulgarón el quinto; correoso, geniudo y a mucho menos el colorao sexto.

Morante de la Puebla: Silencio y dos orejas.

Juan Ortega: Ovación con saludos y ovación.

Roca Rey: Ovación y palmas

Incidencias: Saludó Juan José Domínguez tras banderillear al tercero.

@pablolopezriobo (pablolr89)

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