El extremeño y Faltón, de Juan Pedro Domecq, protagonizaron lo mejor de una tarde de emociones en la que Manuel Díaz volvía a vestir el terno de torear tres años después. Ponce se fue de vacío.

El bello escenario de la plaza de toros de la ciudad gaditana de Sanlúcar de Barrameda había escogido este sábado Manuel Díaz «El Cordobés» para volver a los ruedos tras su lesión, y una corrida de Juan Pedro la materia prima ganadera para la ocasión. Enrique Ponce y Emilio de Justo lo acompañaban en el cartel. 

Emilio de Justo es de esos toreros que estuvo media vida predicando en el desierto. Un torero que sabe lo que es pasar hambre, esperar esa oportunidad que parece que nunca llega y no dejarse vencer por los fantasmas que podían rondar su cabeza. Dicen que el banquillo te curte o te mata, y Emilio consiguió que todos esos años en los que un sistema injusto le daba la espalda hoy le miren como un torero de gran porvenir. Esta tarde demostró el momento por el que pasa, su madurez se hizo patente en una tarde en la que volvió a ser fiel a su concepto, ese que hace tiempo le hizo cambiar la moneda y que hoy pese a las zancadillas de parte de un sistema, que en muchos casos no le da el sitio que se merece, consiguió cambiar gracias a su espada y su muleta. Ese sistema en el que entró hace más de dos décadas Manuel Díaz, un torero tan trasparente como su sonrisa. Un torero particular, el cual vive el toreo de una forma distinta. Hoy reaparecía tras sufrir un calvario con la espalda y volvió a ser ese Cordobés que se tiene ganado el corazón de un sector de público que lo venera. Hoy Manuel Díaz volvió a ser otra vez El Cordobés. Junto a el estuvo abriendo cartel un Ponce que se fue de vacío por su mal uso de la espada. Otro torero con muchos kilómetros de vuelo a sus espaldas, un torero que tiró de capacidad y recursos para no dejarse ganar la partida. Hoy no le tocó a el estar en los focos, vendrán más tardes para estar en ellos.


Y salió Faltón, un toro de bandera por su clase, entrega y bravura, uno de esos animales con los que sueña todo aquel que se viste de luces. Un toro con el que vimos tocar el cielo a un De Justo en sazón . Ese animal con el que también destacó Manuel Odero tras dos grandes pares que le obligaron a saludar. De Justo afianzó al animal tras ver que no andaba sobrado de fuerzas, para después exigirle por abajo. Se rompió en una obra difícilmente catalogable por su composición. Se durmió en muletazos al ralentí, de mano baja y compás abierto. Dicen que los toros bravos descubren a los toreros vulgares, este sexto exigía una perfección que no está al alcance de cualquiera. Acertó en darle lo que pedía, la suavidad tenía que imperar, no podía haber brusquedad, todo tenía que hacerse despacio, enganchado y muy pulseado. Podía parecer un toro para acompañar su embestida, pero no era así, pedía ese mando que solo quieren los bravos, ese desenmuñecar a tiempo, ese temple para conseguir cogerle la velocidad. Ahí estaba el premio gordo. De Justo supo canalizar esa bravura, arrebujarse cuando tocaba y dormirse cuando la embestida ya estaba sometida y metida en la pañosa. Toreó para si mismo, se olvidó de toda técnica y dejó fluir su toreo. Pulseó y saboreó cada embestida, se crujió en cada muletazo, vaciando la embestida detrás de la cadera y dejando pases de pecho a la hombrera contraria. Todo lo hizo como lo siente, sin prisas, con las pausas correctas. Toreó con todo su cuerpo, lo hizo dentro y fuera de la cara del toro. El toreo nació de sus muñecas rotas, del corazón de un hombre que sabe lo que es pasar hambre. Sanlúcar disfrutó de una faena de máxima calidad, un trasteo de torero cuajado. El de Juan Pedro tuvo la virtud de reducirse en cada embestida, colocando la cara y buscando la pañosa con clase. De Justo reivindicó el toreo clásico, ese que no pasa de moda. Se le pidió el indulto al bravo Juan Pedro, una lástima que lo pinchara; obras así no pueden quedar sin firma. Faltón llegó cuando la tarde ya languidecía. Un toro especial por su tipo de bravura, esa que muchas veces está poco valorada. Injusto fue que se fuera al desolladero sin premio, al menos, de la vuelta al ruedo. Hoy no se valoró en su justa medida un toro que dió su vida a cambio de crear una obra mágica. De Justo lo toreó como los Ángeles. ¡Qué toreo!, ¡Qué toro!. 


No tuvo suerte sin embargo con el tercero de la tarde, un animal que acusó siempre su mansedumbre. Lo toreó con medio capotito, a media altura, para no quebrantarlo de salida. Su quite por chicuelinas tuvo garbo, gracia y pinturería. Todo lo hizo con una gran pureza y hondura. En la muleta anduvo muy dispuesto, toreando con todo el cuerpo en muletazos importantes, desenmuñecando y alargando así la embestida. La pata palante, dando siempre el pecho y metiendo los riñones en el embroque. Muy de verdad en todo momento. No podía someter al animal debido a su justeza de raza, pero eso no fue óbice para que Emilio realizara una faena que pese a no ser rotunda, por la condición del animal, si caló en el respetable. Le faltó empuje a un toro que acabó rajadito. Cerró en la corta distancia para más tarde dejar un sensacional volapié que tiró al toro sin puntilla. Las dos orejas fueron incontestables.


El Cordobés volvió como se fue, no perdió su carisma, ese que le hizo ser querido por los públicos. Tuvo en primer lugar a un astado al que le costó entregarse de salida. Lo lanceó  con más intención que lucimiento. Un toro que se fue viniendo arriba tras pasar por el caballo. No le obligó Manuel en una primera parte de la faena en la que acompañó la embestida del animal en muletazos por el lado derecho. Un toro que pedía mando, aguantarle el paroncito y tirar de el. Le costó cogerle el ritmo, en una faena que sin embargo fue muy jaleada pos el público. Fue agarrando ritmo y clase conforme fue asentándose. Inteligentemente jugó Manuel con distancias, alturas y querencias, el de Juan Pedro se abría en la muleta debido a ese puntito de mansedumbre que tenía. Se centró más en una segunda parte del trasteo en la que pese a no someter al animal si lo acompañó, dejando pasajes estimables, en los que destacaron tres naturales donde consiguió llevar templado y cosido al animal. Muy dispuesto anduvo un Cordobés que no defraudó a los allí presentes. Finalizó en la distancia corta, para más tarde dejar una estocada algo trasera. La oreja fue un justo premio a una labor marca de la casa.


Tras devolverse el quinto por partirse un pitón salió un sobrero de Juan Pedro con el denominador común del temple y la nobleza. Un ejemplar al que se le pegó mucho en el caballo, llegando paradito a la muleta. Toro ideal para El Cordobés con el cual deleitó a sus seguidores. Ligó muletazos en redondo con cierta templanza para más tarde meterse en los terrenos del animal. Destacó su toreo a derechas ante un astado que quiso más que pudo. Conectó Manuel con un tendido que jaleó la faena pese a que no siempre salieron los muletazos limpios y templados. Ya en los terrenos del toro no faltó su habitual salto de la rana. No se le notó la inactividad a un Cordobés que se dejó todo en el ruedo. Tras una estocada y varios descabellos sonó un aviso, dando finalmente la vuelta al ruedo.


Abrió la tarde un ejemplar de Juan Pedro con movilidad y cierta nobleza pero al que le faltó clase y entrega. Un toro manejable con el que Ponce estuvo a buen nivel. Ya con el capote se vio que todo iba a tener que ser a favor del toro. Verónicas de buen trazo pero sin poder bajar la mano. Fue dos veces al caballo debido a ese punto de geniecito que tenía el animal. Brindó la faena a Manuel Díaz en un claro signo de respeto hacia su persona. El de Juan Pedro tuvo la virtud de la movilidad, lo que aprovechó Ponce para torearlo en redondo a media altura. El de Chiva intentó apretarle, pero ahí soltaba la cara el animal. Tuvo mayor ritmo a zurdas, por ese pitón dejó lo más destacable de un trasteo limpio y templado ante un Juan Pedro que a partir del tercer muletazo se aburría. Fueron fundamentales los tiempos y las alturas para que el toro no bajase la persiana. Bonito fue el final de trasteo por bajo. Lástima que fallara al primer intento, de ahí que cambiara la oreja por las palmas del respetable.


El cuarto de Parladé tuvo hasta que se rajó lo que le faltó a sus hermanos, transmisión, raza y cierta emotividad. De salida embistió con las manos por delante, sin entregarse, lo que no dejó a Ponce lucirse de salida. Apretó en el caballo y se movió en banderillas, llegando a la muleta con muchos pies. Ya en la pañosa embistió con cierto carácter y emoción en muletazos en los que nunca pudo relajarse el torero. Pegajoso este de Parladé al que había que llevar siempre empapado en las telas, sino se quedaba debajo. Tuvo la virtud de la prontitud y la fijeza, pero cuando llegaba a los trastos se tornaba en cierto genio. Cantó la gallina cuando Ponce consiguió aguantarlo y someterlo, ahí no quiso pelea y se puso a la defensiva. Tras mucho porfiar consiguió una tanda muy jaleada, pero fue un espejismo. Acortó distancias pero no quiso pelea el animal, defendiéndose y soltando la cara. Desconcertó el toro a un Enrique Ponce al que le costó matar a un ejemplar que se puso muy gazapón. Sonó un aviso y escuchó leves palmas.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de El Pino, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Corrida de toros de primavera. Lleno en el aforo permitido (20% del coso). Toros de Juan Pedro Domecq y Parladé (4º). Correctos de presencia y de buen juego en general. Con movilidad y cierta nobleza el medido de raza primero. Noble y templado el buen segundo. A menos el parado tercero. Con movilidad díscola el geniudo cuarto. Noble y con buen ritmo el venido a menos quinto. De gran clase, ritmo y profundidad el bravo e importante sexto.

Enrique Ponce: Palmas y palmas tras aviso.
Manuel Díaz «El Cordobés»: Oreja y vuelta al ruedo tras aviso
Emilio de Justo: Dos orejas y ovación.

INCIDENCIAS: Sonó el himno nacional tras romper el paseillo. Saludó Manuel Ángel Gómez Odero en el sexto de la tarde.

@pablolopezriobo (pablolr89)

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